viernes, 1 de agosto de 2008

Capítulo 5

5

No quería acudir a esa boda, al menos no con Nicole. Era absurdo pero la conversación que sostuvimos esa noche había logrado turbarme aun más; No me gustaba que me tuvieran compasión, ni tampoco me gustaría que Nicole la tuviera hacía mi, y seguramente la tenía, como todos. Por eso solía reírme de la vida la mayoría del tiempo, eso evitaba que alguien pudiera siquiera imaginar un motivo para tenerme lástima.

Sin embargo, había hecho una promesa.

Me vestí después de bañarme, con uno de esos ataviados trajes que odiaba pero que iría muy bien con la ocasión, aun pese a que nunca había asistido a una boda lésbica, supuse que sería tan normal como las otras… quizá dos vestidos blancos y ya. Después de luchar contra el moño miré el reloj, 2:35… sería mejor que me diera prisa. Tomé una cajita que reposaba en la mesa, con un gran moño blanco y salí de casa. Una vez en el auto, presentí que esa sería una noche muy larga.

Al llamar a la puerta de Nicollette, noté que había un gran alboroto allí dentro, pese claro a que solo vivía ella allí, gritó desde dentro que salía en unos minutos y supuse que, como con todas, “unos minutos” era, si bien, una hora. Me recargué en la pared con los brazos cruzados —aunque no completamente, por el estorboso saco— y esperé pacientemente a que apareciera por la puerta.

Cuando por fin apareció la vi más hermosa que nunca, estaba radiante en su vestido negro de cóctel, mostrando la mayoría de esas piernas que me encantaban, con el abrigo y la bolsa en el brazo y con una sonrisa disculpando la tardanza. Al verla así solo pensaba en quitarnos esos estúpidos trajes y meterla entre las ya conocidas sabanas de su cama.

Tarde.
Una lástima por que nos perdimos la ceremonia, que, pese a lo que pensé, no fue religiosa si no únicamente civil; Claro, la iglesia ni loca permitiría eso.

Al llegar al banquete, me sorprendí de que fuera al aire libre ya que solía llover un poco en esa época del año, sin embargo todo se veía magnifique, con las mesas y las sillas regadas sobre el césped, adornadas prolijamente. Buscamos una mesa un poco apartada de la música y todo el alboroto, ambos coincidíamos en nuestro desagrado a ese tipo de fiestas. El ruido se volvía casi insoportable.

Después del —delicioso— banquete consistente en una sopa de no-se-qué y un filete de salmón con jugo de naranja (si mi sentido del gusto no me falla) las novias, los novios, o lo que fueran Anna y Naomi se sentaron con nosotros a tomar y bromear un rato.

— ¿Y quien es este apuesto joven, Nicole? No me dijiste que tenías un novio
—Se llama Joshua. Y será mejor que no molestes, Anna, solo somos amigos
—Amigos, si claro. No fue eso lo que yo vi en tu casa aquel día.
—Callad jovencita. Estábamos algo colocados.
—Aunque eso explicaría lo de «Isabel II» prefiero no creerte.

Ciertamente jamás ingerimos drogas, ni siquiera creo que Nicole fuera del tipo que las consumía, pero era el comentario más inteligente que pude decir para encubrir nuestra situación, cosa que por alguna razón me apenaba. Aunque debo decir que si bien no sabía cual era la razón, si sabía que la edad de Nicollette no tenía nada que ver.

Conforme fueron avanzando en la platica me sentí cada vez más desplazado, aunque trataba de integrarme haciendo comentarios furtivos, estos no ayudaron mucho a que fuera verdaderamente parte de la conversación, por lo que decidí dejarlas solas para que pudieran platicar a gusto de mi, o de lo que fuera. Me levanté y caminé un poco hasta llegar a la colina. El banquete se daba en una hacienda situada sobre una especie de altozano, por lo que desde la barandilla se podía observar la mitad de la ciudad, pero no tenía muchas ganas de observar la ciudad, solo me recargue en el tronco de un árbol a terminar la cerveza que tenía entre las manos. No pude evitar pensar en lo de mi padre, lo hacía cada vez que tenía privacidad y no había nada mejor en que pensar. Mi cuerpo estremecía de rabia cada vez que me culpaba por lo sucedido, esta vez apreté tan fuerte la botella que resbaló de mis manos al estarla sosteniendo solo de un borde. La seguí con la mirada pensando que caería por la barandilla, sin embargo, la vi detenerse a los pies de alguien. No había notado ninguna presencia extra hasta ese momento, recorrí con mi mirada a esa persona desde los pies a la cabeza. Se trataba de una chica, de aproximadamente 18 años, con una hermosa y larga cabellera castaña ligeramente rizada, apenas más baja que yo y con mi mismo color de ojos.

Tenía tanta luz en los ojos que de inmediato quedé prendado de su mirada, tenía una mirada demasiado tierna, demasiado inocente. Ambos nos sonreímos y nos recargamos en la barandilla, entablando conversación de inmediato.

Resultó ser Katherine Crow, 18 años justo como lo calculé, hija de una familia de médicos que casualmente tenían un orfanato en la ciudad, a juzgar por su ropa y el ambiente en el que se desenvolvía seguramente era rica. Vivía en algún lugar de Holborn, aún estaba en el colegio y practicaba ballet aunque no profesionalmente. Anna había trabajado con su madre en el orfanato durante unos buenos años y así fue como terminó en esa boda. Nos reímos al contarnos la historia de cómo terminamos allí. Aunque, obviamente yo cambié un poco mi versión de la historia.

— ¿Habías notado ya que oscureció?— Aparté mi mirada de sus ojos y miré hacia el horizonte, era verdad, eran alrededor de las nueve en ese momento.
—No tenía ni idea — Sonreí — Demasiado enfrascados en la conversación, ¿No?
—Eso pasa cuando charlas con alguien interesante como tú
—Y como tú.
—No me has dicho mucho de ti, Joshua.
—Dime Josh. Aunque debo decir que no hay mucho más que contar
— ¿Vives cerca?
—En una tierra lejana llamada Crowcross St.
—Pero… eso es en Farringdon ¿No?
—Si —reí— Así es
—Que lejos, es solo a unas cuadras de Newgate.

Reímos gran parte de la velada, aunque sin separarnos de allí. Era extraño poder divertirse con una sola persona… sin estar necesariamente en el dormitorio.

— ¿Kath? ¡Tu padre quiere irse ya!
—Ya voy mamá; Lo siento Josh, creo que debo irme
—Claro, entiendo.
— ¿Volveré a verte?

Pareció sorprendida de su propia pregunta, como si hubiera seguido un impulso. Incluso a mi me sorprendió, lo suficiente para que ambos alargáramos un silencio entre nosotros solo quebrantado por un nuevo grito de su madre.

—Si, siempre que así lo quieras.
—Dame tu teléfono. Te llamaré
— ¿No debería ser yo quien te lo pidiera?
—Vamos Josh, no estamos en el siglo XIX
— ¿Tienes un bolígrafo?

Corrió a donde sus padres y regresó junto a mi pocos segundos después, bolígrafo en mano. Le apunté mi teléfono en el dorso del dedo índice y la despedí sin nada más que un beso en la mejilla tras negarse a darme su teléfono. Ella me llamaría —dijo— y era el fin de la discusión.

miércoles, 9 de julio de 2008

2

Vaya, que puta resaca. Eran las consecuencias de recordar pasados dolorosos, quién mejor que ella para saber eso. Por suerte se embriagó mucho después de escuchar a Joshua, por que de otro modo no recordaría absolutamente nada de lo que le había dicho, tremenda desconsideración. Se preguntaba que lo habría llevado a contarle todo eso, veía en sus ojos que no pensaba decirlo… por lo menos, no a ella. Quizá solo necesitaba sacarlo, lo cual explicaría la necesidad con la que la abrazó, la besó y la folló el resto de la noche. Peor cuando no lo encontró en la cama la mañana siguiente.

No era momento para preguntarse esas cosas, debía ser parte del tipo de relación que ambos llevaban. De hecho, si era momento para acompañar su café matutino quita resaca con su engargolado de peticiones resientes, el dinero que le dio Naomi no iba a durar por siempre si se llenaba de vodka hasta las cejas todas las noches. Ya tenía mucho que no se llenaba de acción. Casi le volvió a doler la cabeza antes de tomar una decisión, era difícil decidir cual de los trabajos llenaba el “paquete”. —Ofrecer buenas ganancias, gustarle, estar cerca y elevarla en su carrera— Finalmente tiro a la basura los papeles del trabajo de Naomi y guardó en su carpeta 3 propuestas que había arrancado del engargolado. Se levantó de la mesa, terminó de un sorbo su café, y tomó las llaves de su auto. Manejó largo rato, Bromley era un buen lugar para vivir en las afueras de Londres, aunque los suburbios nunca le gustaron mucho, sería un paso más en su carrera decorar una casa a la vez tan parecida y tan diferente a las otras. Visto desde ese punto el diseño no consistía solo en tener imaginación y creatividad.

Se detuvo frente a la dirección prospecto, 1750 Rye Lane. Si solo tuviera la fotografía seguramente tendría que preguntar en todas las casas, parecían clones idénticos. Tocó a la puerta y fue recibida por un montón de rulos negros y largas piernas. Apenas y dijo un par de palabras, la chica de tez morena la llevó a recorrer toda la casa, diciéndole que quería lograr en cada habitación. Al cabo de cuarenta minutos Nicollette logró huir, estaba loca si consideró eso un prospecto, era ella la decoradora en la casa, no aquella chica con zapatillas altas, si no iba a dejarla hacer su trabajo podía irse a la mierda. Si tan decoradora se creía podría tratar de hacerle competencia… si podía.

Perfecto, ya estaba exasperada y aun tenía dos casas más por visitar; Se sentó en el auto y reviso el perfil del resto de las casas. — ¿Bexley o Sutton? Sutton es demasiado lejos, incluso estando aquí, será mejor descartarlo a menos de que en Bexley sea tan porquería el proyecto como lo fue aquí. Tomó la Old Kent hasta Bexley, el barrio parecía un barrio lleno de ricos y clase media-alta, no parcia haber un solo “pobre” en esa parte de la ciudad, lo cual le daba una idea de lo que le podrían pagar en el lugar. Roseberry St. 1101, Rotherhite. La casa en cuestión era enorme, más aun que su propia casa, de 1 piso y planta baja en descenso —es decir, cada piso era más pequeño que el anterior— Tenía un jardín enorme, una escalinata de acceso a la casa y un pequeño techado con tejas rojas. Le encantaba. Más que eso, desde el momento en el que vio la casa las ideas surgieron cual fuente de su cabeza, tanto así, que una casa tan linda y tan vacía de ese algo que ella se encargaría de darle le devolvió la ilusión de ser decoradora que creyó perdida poco antes de terminar la casa de Naomi.

Luego de conversar con los dueños de la casa, una joven pareja de 26 años, quedó completamente convencida de que quería ese trabajo, tanto, que camino a casa tiró por la ventanilla los perfiles de los trabajos que, también, consideró como posibilidad. Y aunado a todo, le dieron un nada despreciable adelanto de 15,000 libras. Esto pintaba a ser muy bueno.

jueves, 15 de mayo de 2008

Capítulo 4

4

Que dios lo perdonase. No podría soportarlo un segundo más, movido por sus impulsos, Joshua Collins salió de casa en su lujoso y casi nuevo Ferrari; Tenía que huir, salir de ahí a toda prisa, pese a que no tenía idea de a donde se dirigía ¿Al bar donde se hundía en alcohol cada vez que el fantasma de la culpa lo consumía? Tal vez.

De hecho, eso era justamente lo que haría.

Dammit

Pisó el acelerador a fondo, de modo que no tardó más que un cuarto de hora en llegar al L'Idée Halle; aparcó media cuadra después y se sumergió en el humo y la aurora rojiza que se respiraban en ese lugar. Parecía tan melancólico como provocador, según lo mirara cada quien, para él en ese momento no era más que una oportunidad más de maldecir, porque lo traía en las entrañas más que por que el ambiente del lugar le molestara; De hecho, no resultaba molesto, si no tranquilizante. Se dirigió hacia la barra, o eso intentaba.
— ¿Josh?
Se dio la vuelta y miró hacia abajo, hacia los cómodos sillones característicos del bar. Para su sorpresa, Niccollette se encontraba allí, con una copa de vodka entre los delgados dedos y una botella a medio empezar junto a ella. Joshua estaba iracundo y profundamente deprimido —al mismo tiempo— tal fue que su primer impulso le dictó darse la vuelta y dirigirse a otro lugar, en ese preciso momento no era buena compañía: ni para ella ni para nadie. Pero, comprendió de pronto, que no quería estar solo. No podría soportar un día más estando solo.

Desobedeciendo a su instinto, bajó por la barandilla hasta donde se encontraba Niccollette y tomó asiento a su lado dando por sentado que estaba invitado a hacerlo. Nicole lo miró a los ojos y adivinó su estado de ánimo por lo que esperó a que él dijera algo, o quizá fue Josh quien no esperó a que ella hablara, ya que tras un silencio que rozó lo incómodo, hizo ademán de explicar algo, pero de repente no supo cómo. Ella esperó paciente a que él le dijera algo; Josh ya había notado que ella era de naturaleza extraña, era de ese tipo de personas que prefería dar a recibir, o quizá estaba demasiado acostumbrada a hacerlo y ¡Que oportuno que así fuera! Ya que a pesar de tratar de evitarlo un instante, estaba a punto de usarla de oyente, de ponerla al frente del abismo en el que se encontraba en esos momentos, ese donde la culpa, el remordimiento y el pasado eran crueles y dolorosos. Aunque quizá no tanto como el presente. Peor aun cuando se había prometido mantener a Niccollette al margen de su vida.
—Mi padre murió por mi culpa —Comenzó con brusquedad. Niccollette le miraba con una expresión interrogante a pesar de aún no pronunciar palabra. Se sirvió un poco de vodka y le dio un trago antes de continuar—. Yo deseé que así fuera —Hizo una pausa—. La noche que murió discutimos, mi sueño siempre había sido ayudar a atrapar delincuentes en esta ofuscada ciudad y papá lo sabía, sin embargo truncó todos esos sueños al dejarme a mí a cargo de la empresa.
El calor le parecía sofocante, aunque no estaba seguro de si era la estancia, o la furia resurgiendo desde lo más hondo de sus entrañas
— Cuando me lo dijo exploté… Ya pasaba todas mis tardes en la comisaría local después del colegio, me gustaba observar a esos grandes hombres hacer el trabajo que me correspondería a mí más tarde, pero ese día me dijo con toda la frialdad del mundo (como si no estuviera destruyendo todo mi futuro) que debía dejar de perder mi tiempo con «ilusiones de niño estúpido» y encargarme de lo que realmente tenía importancia, de esa empresa estúpida de la que no sabía absolutamente nada y —Apretó los puños antes de continuar—. Me sacó del colegio y me internó de oyente en uno nuevo, para el que aun no tenía edad suficiente para alcanzar una inscripción. Todos los días de un año escuche a profesores hablarme sobre Teoría de la sociedad, historia económica y cálculo hasta que por fin cumplí 19. Mi padre pagó la colegiatura completa desde mi primer día hasta la noche en que me graduara, un año después de eso murió. —Tuvo que cerrar los ojos para evitar que las lágrimas escaparan de ellos, jamás se permitía llorar por su padre. Nunca—. Pero me harté, me dije que no tenía por qué estar ahí ya que mi padre estaba muerto, así que fui a dirección, pedí mi baja. En el último año, algo así como a 3 meses de graduarme y volví a casa como sin nada. Después de eso me dediqué a gastarme toda “mi herencia”, al menos, hasta que madre me dijo algo que yo debí saber con antelación, lo que me estaba gastando no era solo mi herencia, era toda la fortuna Collins. Sí, yo soy el —ahora— dueño de esos estúpidos laboratorios clínicos que llevan mi apellido.

Los laboratorios Collins se habían convertido, durante los últimos cuarenta años, en uno de los más distinguidos centros clínicos, farmacológicos y distribuidores de toda Inglaterra. Con además, cuatro sub-empresas casi independientes que generaban considerables ganancias a nivel nacional

—Vine aquí porque no podía soportar más, hoy hubiera sido su cumpleaños y Jeremy tubo la nada brillante idea de hacer una especie de misa en su nombre. Me siento tan culpable, mi familia también me culpa por lo que pasó. Aún cuando no lo admitan, no fui más que un dolor de cabeza para mi padre durante todos esos años, su corazón no resistió más y una buena mañana, una o dos noches antes de año nuevo: se detuvo. Ni siquiera llegó a conocer a su tercer hijo, quien nació cerca de un mes después. Aunque nadie sabe que esa noche habíamos discutido, de hecho yo ni siquiera estaba en casa cuando sucedió. Mierda —Masculló— Además la noche que me lo digiera todo le dije «Ojalá te mueras por esto» antes de azotar la puerta y largarme de ahí para venir aquí. Ahora… válgame dios, estoy emocionado. De tres hijos, dos de ellos de prácticamente la misma edad, me eligió a mí, nada menos que eso.

—Así que eso es lo que hace «un lugar como tú en un chico como este»

Niccollette le había mirado frustrarse sin pronunciar palabra, sin hacer preguntas, prestando su oído y su entera atención a él, y bebiendo de su copa en sus pequeñas pausas. A pesar de que él lo evito, ella pudo darse cuenta del dolor que albergaba debajo de esa máscara de chico divertido y libertino. —Josh — Intervino, cuando se hubo el momento—, no tienes por qué ser culpable, ese tipo de cosas, aunque suene tonto, pasan. Tú no hacías más que defender tu derecho a elegir tu profesión por ti mismo, tus sueños. Tu padre no murió por que tú le digieras que lo hiciera, murió por que había cumplido lo que el destino le deparaba. Te crió a ti, a Jeremy y engendró a su tercer hijo.

— ¿Cómo pudo ser todo lo que le deparaba el destino? ¿Cómo pudo no estar ahí cuando mi madre estuvo al borde de la muerte en el tercer parto? ¿Cómo pudo ser todo sin conocer el rostro, el nombre, el timbre de voz de su último hijo? –Gritó—. ¿Cómo puede ser todo? … ¿Por qué me dejó a mí a cargo, Niccollette?
—Lo vio desde donde se encontrase. Y él les mandó sus fuerzas para seguir sin él
—No puede nadie estar seguro
—Pero yo lo estoy, casi. Algunas cosas no tienen explicaciones visibles, Josh, pero debes entender sus explicaciones tácitas, hiciste lo que tenías que hacer, No es verdadero solo aquello que se ve ¿Quién dijo eso, lo sabes?
—Martínez Fumey, creo.
— Si. En este momento no tengo frase más apropiada que la suya. Tomaste tus decisiones antes que tu padre, y el debió entenderlo. Pero él seguramente trataba de demostrarte su confianza. El destino decidió que había dejado todo arreglado, y que tenía que irse. Eso es todo, en ningún lado se te menciona como culpable, ¿lo ves?
Él apoyo los codos sobre la mesa y recargó la frente sobre sus puños cerrados, mirando fijamente la mesa, como si nada fuera más importante que aquello. Trató de confortarse con las palabras de Niccollette, tratando no en vano de que mitigaran la culpa y el dolor.
Niccollette le rodeó el hombro con uno de sus brazos dejando la copa de lado por primera vez en toda la velada. Josh, a su vez, le rodeo la cintura con un brazo estrechándola contra su cuerpo y aunque la lastimó sin notarlo, Nicole no dijo nada, sabía que él, de algún modo, la necesitaba. Y lo confirmó cuando bruscamente la hundió en un beso apasionado, como respuesta que no conocía más para agradecer la leve mitigación de la culpa en su corazón. Un beso urgente y brusco, que parecía querer romperle los labios contra los dientes. Lleno de necesidad y vacío de otro sentimiento.

Joshua despertó por la mañana con una terrible resaca que le escocía la cabeza con la simple luz entrando por sus pupilas. De momento, no entendió donde estaba, ni siquiera recordaba que había estado haciendo la noche anterior para contraer terrible resaca. Un par de minutos más tarde recordó la velada con Niccollette, y los brindis hasta la borrachera que le siguieron. Recordó haber tomado un taxi hasta la casa de Niccollette y después pedirle que lo llevara a un hotel cercano. Había preferido dejar su auto aparcado cerca del bar toda la noche a tener que volver a casa, aún cuando las palabras de Nicole le habían hecho bien, y la sesión de besos que resultaron después tampoco eran algo para desagradecer, no podía volver a casa y sentir esas miradas gélidas sobre de él de nueva cuenta mientras todos contaban maravillas de su padre entre risas tristes y llantos desesperados. Era mejor así.

¿Qué día era?

 

Continuará

domingo, 11 de mayo de 2008

3

Niccollette servía distraídamente el café cuando Joshua llego a la cocina; Se acercó a ella y la abrazó por la cintura, besando su cuello.

—Eh, Josh. No me hagas querer volver a la cama tan pronto
— ¿Por qué no?
— ¡Porque ya serví el café!
—Demonios. Está bien.

Se dirigió a la mesa y se sentó en una de las sillas, poco después Nicole puso una taza de café frente a él, y tomo asiento con la suya entre las manos.

— Creo que tenemos que hablar un poco acerca de lo que “no compromisos” significa
— ¿Por qué?
— Porque quiero saber que podemos y no hacer
— Bueno, la regla básica para que una relación así funcione es: No enamorarse
— Bien
— Y supongo que no hacer escenas de celos ayudaría un poco
— Es buena idea
— ¿Qué pasa?
—… Una amiga mía va a casarse en una semana… con otra amiga.
— Oh… —rió discretamente— ya veo
—Pero ya sabes, a ese tipo de fiestas se va acompañados y… no se me ocurría a quien más invitar
—O sea que me estás pidiendo que vaya contigo…
—Así es
—Bueno, en ese caso — dijo, solemnemente — Señorita Niccollette: la acompañaré a esa boda.
—Dime que no lo haces porque te sientes obligado
—Para nada, solo te pongo una regla… somos amigos, ¿está bien?
—Claro — Sonrió y le dio un sorbo al café

Tardaron no más de 20 minutos en la cocina, hablando de banalidades y tomando al menos dos tazas más de café. Una vez se cansó Joshua la arrastró de nuevo a la habitación y comenzó a besarla apasionadamente sobre el colchón, arrodillado con ella debajo.

Entre beso y beso Nicole le desabrochó los pantalones y se lo bajó cuanto pudo por la posición en la que se encontraban.

— ¿Escuchaste eso?
— ¿El qué?
—No sé, escuche algo…
—No debió ser nada — sonrió al tiempo que levantaba los hombros y volvía a la tarea de besarle

Comenzó a levantarle la playera al mismo tiempo que le acariciaba el pecho. Joshua estaba tirando de ella para sacársela por encima de los hombros. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo una voz los interrumpió

— ¿Nicole? Lo siento la puerta estaba abierta y yo… ¡Hay dios mío! ¡No tenía idea de…! —No sabiendo que más decir, Naomi regresó por donde había venido, evitando ver más de la escena. Niccollette, divertida, se mordió un labio y rió tirándose de espaldas en el colchón. Joshua se tiró instintivamente a un lado de la cama como escondiéndose, mientras se acomodaba la playera.

Nicole se levantó y salió de la habitación hacia el living, donde esperaba Naomi.

— ¿Qué haces tú aquí?
—Venía a dejarte tu invitación a la boda. Toqué la puerta pero no contestaste y ya que estaba abierta pues decidí entrar… Nicole, ¿Quién es él?
—Un amigo…
—Si, claro, y yo soy Isabel II
— Su majestad — dijo, riéndose, mientras hacia una cómica reverencia— Es un honor…
— Muy graciosa ¡Enserio! ¿Quién es él? Está muy bien conservado… a menos que tenga 20 años menos que tú y 10 menos que yo…
—Bueno… de hecho…
— ¿Se ha ido? — Joshua asomó la cabeza desde atrás de la pared que dividía el living de la habitación contigua que no tenía nada más que un piano.
— Sigo aquí — contestó ella con su característica alegría — Vamos, no muerdo…
—Déjalo ya, Naomi, por favor…
—Está bien, está bien— Masculló mientras salía a regañadientes —Pero tendrás que contármelo todo luego, que no creas que no eh visto nada
—Te lo prometo — Rió

Le divirtió tanto la escena, que soltó a reír sin poder evitarlo.

jueves, 24 de abril de 2008

2

— 03:00 pm —

La luz del sol se colaba por la ventana, aun pese a que Niccollette tenía las sabanas sobre la cabeza, ésta penetraba interrumpiendo su sueño, harta de luchar contra ella se sentó aun con los párpados pesados, tratando de despertar pero no lográndolo del todo.

Vestía un camisón de seda púrpura, un tanto transparente, por lo que tuvo que ponerse una bata aun cuando no había nadie en su casa.

Se dirigió a la cocina en busca de una taza de café cargado, la noche no le había sentado bien y estaba más adormilada que oso a punto de hibernar. Al entrar en la cocina reparó en un papelito azul como el cielo que coqueteaba con sus ojos atemorizados que le miraban fijamente; Joshua. ¿Le llamaría? … Sí, claro que lo haría, si no conseguía con quien ir a la dichosa boda, podría pasar otra emocionante noche… o por qué no, una excitante tarde.

— No. No creo que ese sea el concepto de “No compromisos” de Josh

Continuó con la tarea de despertarse a sí misma, mientras aun pensaba sobre mencionar lo de la boda, o no.

Se olvido el café y el terrible sueño del que padecía segundos antes y, arrancando la notita con un movimiento, tomó el teléfono que reposaba sobre la pared.

Dos timbrazos y una ya conocida voz contestó del otro lado de la línea

— ¿Aló?
—Hola, Josh
— ¡Niccollette! Creí que en verdad no llamarías
—Pues ya ves que si
— ¿Tan pronto tienes ganas de verme?
—No lo sé, podría llamar al vecino… ¿tú qué dices, Josh?
—Mierda, ¿sabías que eres una cínica?
—No se llama cinismo, se llama sinceridad. ¿Vienes o le llamo?
—Dame 15 minutos.

Colgó la bocina y suspiró alegremente, el chico no tenía remedio. Fue a bañarse y cambiarse de ropa antes de que el llegara. Una camisa blanca y unos jeans arreglarían el problema. 20 minutos más tarde el timbre de la entrada sonaba, desesperadamente.

Nicole descansaba sobre el chaisé, así que, negando con la cabeza, dejó de lado el engargolado donde guardaba sus propuestas de trabajo y abrió la puerta.

— ¡Josh! Que sorpresa… No esperaba verte, por cierto ¿de casualidad viste a mi vecino por aquí? Quedó que demoraría solo en quitarse la ropa y…
— Muy graciosa. — Se coló por la puerta, cerrando tras de sí al tiempo que empujaba a Nicole contra el marco de la puerta y la pared; fundiéndose en un apasionado beso. — Creo que “tu vecino” tendrá que esperar su turno
— ¿Te parece?
—Sí. Aunque si se cansa de esperar, no sería un inconveniente.

Ella estalló en carcajadas ante el comentario mientras él volvía a besarla apasionadamente y después instalo su cabeza entre sus pechos, haciéndola sonreír. Ella comenzó a enrollar un mechón de su cabello con los dedos.

—Necesitas un corte de pelo
—Tu necesitas un polvo rápido.
—Oye tengo que hablar contigo, ¿no puedes esperar un poco?
—Poder, puedo… pero no quiero, muñeca—Replicó— En este momento tengo muchas ganas de tenerte entre las sabanas…
— ¿Ah sí? En ese caso supongo que la charla puede esperar

Joshua sonrió malévolamente y la cargó hasta el dormitorio; no la soltó hasta que estuvieron en el borde de la cama. Y, antes de que ella pudiera pronunciar palabra la besó apasionadamente al tiempo que desabotonaba la camisa que se había puesto. Ambos se recostaron sobre el colchón, con ella debajo. Joshua apartó la camisa de su tronco, pero no se la quitó y comenzó a besarle lo que podía de los pechos, aun con el sostén puesto. Niccollette abrió la boca en un leve gemido y entonces el volvió a besarla, un beso apasionado y un tanto salvaje, al mismo tiempo que se desabrochaba el pantalón.

Tomó su mano y la deslizo con lentitud hasta el borde de su pantalón y la introdujo bajo la tela. Nicole comenzó a tocarlo, acariciarlo y apretarlo levemente, haciéndolo sonreír. Le quitó por completo la camisa así que tuvo que retirar la mano de aquel lugar; Ella también le sacó la playera. Volvieron a besarse sin dejar de recorrer cada parte de su piel desnuda con los dedos. Él le desabrochó el sostén mientras ella le bajaba cuanto podía los pantalones, después fue auxiliada por el que terminó de hacer el trabajo. Ambos terminaron sin nada más que la ropa interior.

Tomándole desprevenido Nicole se giró en la cama haciéndolo quedar debajo de ella. Le besó y fue deslizando el beso, húmedo, por su barbilla, su cuello, su pecho y la línea de su vientre. Cuando sintió su aliento en el punto exacto Joshua lanzó un suspiro. Le quitó la trusa y volvió a su posición anterior. Joshua gemía sintiendo su lengua, incluso la leve presión que hacía con los dientes mientras balbuceaba incoherencias. Sabiendo que era el momento Nicole desató el listón de su ropa interior y se sentó sobre su entrepierna con una rodilla a cada lado. Josh puso sus manos sobre su cadera para moverla a su gusto.

Se saborearon, entre sudor y gemidos. Nicole se deleitaba con la imagen de él disfrutando de su sexo, cerrando sus verdes ojos cada pico de placer. Lo vio temblar, maldecir gritar, gemir y llegar al orgasmo. Cuando recuperó un poco el aliento la miró un tanto desilusionado de haber alcanzado ese clímax completamente solo. Sin decir nada la volteó quedando esta vez el sobre de ella y deslizó su cabeza hasta su entrepierna, introduciendo su lengua y haciéndola gemir sonoramente.

Cuando se cansó continuo con los dedos, sabiendo perfectamente dónde y cómo tocar. Sus gemidos se hicieron cada vez más débiles a causa del cansancio por la sensación que Joshua le producía. Comenzó a mover la mano con más y más premura haciéndola llegar a ese lugar donde solo la pasión podría conducirlos. Finalmente, gimió en su oído, clamando su nombre.

Ambos se recostaron a descansar. Nicole tardó un rato en volver a la normalidad después de aquello.

—Y… ¿De qué querías que habláramos?
— ¿Te parece si tomamos un café y te digo?
—Seguro. Parece importante
—No del todo — Sonrió mientras se levantaba de la cama, y se ponía la ropa de nuevo
— ¿Por qué te la pones? Me costará más trabajo sacártela después
— Justo por eso. Póntela tú también. — Se acomodó los pantalones y le dio un fugaz beso en los labios, para después desaparecer por la puerta de la habitación.

Joshua se quedo estático unos segundos, luego se tiró contra el colchón, sonriendo y permaneció así unos minutos. Cuando escuchó la tetera volvió a ponerse en pie y a ponerse la ropa.

 

Continuará

viernes, 21 de marzo de 2008

Capítulo 3

3

Oscuridad y Silenció. Eso había en su habitación, un silencio solo quebrantado por el débil sonido de su respiración acompasada, y el rozar de las sábanas cuando se acomodaba entre ellas. Pronto el silencio se vio quebrantado por el horroroso timbrar del teléfono que se encontraba en la mesa de luz, junto a la cama. Inmediatamente sus ojos castaños se abrieron, mostrando el reflejo del modo abrupto en el que había sido interrumpido su sueño. Se giró sobre su cuerpo estirando el brazo, tratando de dar con el teléfono, tanteando, cuando lo halló descolgó la bocina y con la cabeza aún sobre la almohada la colocó sobre su oreja.

— ¡Hola Nicole! — La voz del otro lado de la línea sonaba alegre, entusiasta. — ¿Te desperté?
—Por todos los cielos, Naomi, ¿Qué haces llamando a esta hora?
— ¿Es muy tarde?
— ¡Son las 4:30 de la mañana!
—Lo siento, traté de dormir pero me estaba matando, ¡Necesito decirte algo, ya!
— ¿Qué cosa?
— ¡Vamos a casarnos!
— ¿Qué vamos a qué?
— Tu no, tonta, Anna y yo
— ¿De verdad? ¿Pero… pero cuando?
— La semana que viene ¡Se lo tenía muy guardado! Ya tiene todo listo, solo falta mi vestido ¡Mira que no me había enterado!
— ¿Así que la supuesta pelea del mes pasado no fue más que un pretexto para alejarte?
—Eso supongo… ¡Me voy a casar, Nicole! — Casi podría jurar que estaba saltando
— Que bien
— Espero que nos regales algo lindo
— ¿Ah?
— ¡Pues el día de la boda! Obviamente estas invitada…
—Gracias Naomi, pero a ese tipo de fiestas se va acompañado, y yo no tengo con quien…
— ¡Vamos! Seguro conoces a alguien…
—Bueno tal vez si… no sé
— ¡Perfecto! Mañana te llevo tu invitación ¡Ciao!
—Ciao… —En vano, Naomi había cortado la comunicación.

Se acomodó otra vez en la cama, tratando de dormir otra vez, dio un largo suspiro, algo irritada, para su buena o mala fortuna, Naomi era así y nada iba a hacerla cambiar. Tenía que pensar en invitar a alguien y nadie se le venía la cabeza; Nadie, excepto Joshua.

Continuará

sábado, 1 de marzo de 2008

2

—9:00 a.m—
La luz del sol se colaba por la ventana y yo abrí lerdamente los ojos, no tenía ánimos de levantarme, pero me obligue a abrirlos por completo al sentirme desnuda, recordé vagamente que había ido al bar la noche anterior, y me giré entre las sábanas. Miré a mi acompañante y ahogue un grito de terror. No era posible; tenía que haber estado verdaderamente tomada para no darme cuenta de que fácilmente podría doblarle la edad a aquel joven que dormía entre mis sábanas. Poco a poco las imágenes de la —fantástica— noche anterior se cruzaban por mi mente.

Quizá hice algún tipo de ruido porque Joshua abrió perezoso los ojos, y al verme sonrió
—Estas despierta
—Si… yo…
— ¿Ocurre algo?
—Lo de anoche… no debió pasar…
— ¿Por qué no? Si fue genial, eres maravillosa en la cama, Nicole
—Es que… dios, ¡Te doblo la edad!
— ¿Y? Vamos, no le des mucha importancia… de igual modo no lo aparentas
—Gracias, pero sigo pensando que no está bien. ¿Qué haría un chico como tu teniendo algún tipo de aventura con una vieja como yo?
—Primero, no estás vieja, y segundo, me encantas, ¿sabes?
— Calla…

Me senté con las sabanas cubriendo mis pechos pero con la espalda al aire, y me quedé pensativa un rato, no sabía por qué no me parecía correcto eso, aunque no podía negar la atracción que sentía por Joshua, ni lo fantástica que había resultado la noche anterior. Sonreí al recordarlo.
—Podría repetirlo
— ¿Qué dices?
—Que si tú te arrepientes, yo no
—Eh, Josh, yo no eh dicho eso, ah sido genial… pero…
—Pero ¿Qué? Tú necesitas a alguien, yo necesito a alguien… ahora nos tenemos el uno al otro
— ¿Qué estas proponiendo?
—Digo que podemos ser… algo así como amigos con derechos, ya sabes, sin ligaduras como me gusta, y con alguien en quien confiar como a ti te gusta.

Recargó su cabeza sobre su brazo derecho y me miró fijamente con esos ojos verdes tan hechizantes, sonriendo de medio lado. Tras pensarlo un poco eh aceptado aunque seguía pareciéndome incorrecto.

Echamos un pequeño polvo, como celebración, más tarde nos vestimos, desayunamos y poco después ah tenido que irse, me dejó su teléfono pegado a la nevera y se despidió besándome tiernamente en los labios.
—Espero verte pronto, Nicole. Me eh divertido muchísimo contigo —Guiñó un ojo con una sonrisa sexy en los labios —Más vale que me llames, si no lo haces vendré y te raptare a un hotel
—Lo haré  — Reí —No necesitas amenazarme
—Eso creí — volvió a sonreír y se fue

Cuando se ah ido me tiré en la cama nuevamente, algo me decía que no estaba bien. Pero decidí ignorar a esa voz, y hacerle caso a la voz que me decía que era lo más que podía conseguir de alguien. Y que mejor si ese alguien era tan guapo, lindo y buen amante como Joshua

martes, 26 de febrero de 2008

Capitulo 2

2

Condujo hasta casa, y no tardamos demasiado en entrar; Apenas se cerró la puerta tras de mí, ya lo tenía encima besándome con pasión los labios… el cuello… los hombros… entonces se detuvo un instante y pude observarlo con más claridad. Sus cabellos azabaches caían desprolijamente sobre su frente tapando parte de esos ojos verdes que hechizaban, traía puesta una remera color crema, de mangas largas que daba la apariencia de estar al revés y unos jeans de mezclilla oscura. Yo, por mi parte, traía un pantalón de vestir blanco y una remera negra de manga larga.

Volvimos a besarnos frenéticamente y lo conduje en silencio y sin despegarnos hasta la habitación. Que como el resto de la casa era bastante espaciosa, y escasa de puertas, solo tenía una cortina de madera corrediza que no me molesté en cerrar puesto que estábamos solos. Tras jugar un poco con el borde de su remera, metí las manos debajo y acaricie su bien trabajado abdomen mientras él, tomándome por la cintura con una mano, acariciaba mi espalda con la otra, ambos con la respiración ya bastante agitada. Después de lo que considere demasiados juegos sobre la ropa fui directo al grano, tomé su remera por el borde y se la saqué, deje de besarlo un momento, concentrada en la frenética tarea de desabrocharle los pantalones que una vez lograda cayeron al suelo en seco.

El, por su parte me empujó suavemente y yo caí sin la más mínima queja sobre el suave colchón, se sacó los pantalones por completo y junto con ellos, ayudado por sus pies, los zapatos; Después se recostó sobre mi y volvió a besarme mientras jugaba con mi cintura por debajo de la remera que poco después, harto de ella, me sacó casi arrancándomela. Hicimos lo mismo con el resto de la ropa hasta quedar completamente desnudos.

Acaricié cada parte de su ser con intensidad y el copiaba mis pasos. No resistiendo más, deslizó una de sus manos a mi entre pierna, y me dio una probadita de lo que podía provocar en mi con la punta de los dedos, haciéndome llegar al clímax con solo una mano. Le mordí el lóbulo de la oreja sensualmente, a punto de gritar de placer. Poco después separó mis piernas y me penetró despacio, mirándome a los ojos. Lo sentí dentro de mí, lo saboreé, el sudor comenzaba a caer por su frente de manera muy sexy, nos sentí gemir, gritar y jadear de placer, y llegar a un nuevo clímax perfecto. Después, no tengo idea de que sucedió.

                     Continuará

lunes, 18 de febrero de 2008

Capítulo 1

1

Miré mi creación terminada como si fuera de otro, recorriendo uno a uno las habitaciones y arreglando pequeños detalles antes de que llegara Naomi. Naomi era la dueña de esa casa, me había contratado cerca de 6 meses atrás, y era lo más cercano a una amiga que tenía. Lástima que fuera tan chillona, irritante e infantil.

Era diseñadora de interiores, la única carrera de mi agrado que pude pagarme; por suerte era algo famosa en Londres y no tenía que morirme de hambre como muchos otros que estudiaron la misma carrera. Yo, incluso, podía darme el lujo de variar mis precios. Decoraba la casa o negocio de cualquier otro que no tuviera suficiente imaginación para hacerlo por sí mismo, y con el suficiente dinero para costear su falta de creatividad.

En este caso, la decoración exuberante era la protagonista en la casa de Naomi. No era aficionada a ese tipo de trabajos, con colores distintos, muy psicodélico, pero a Naomi parecía encantarle, aun no lo había visto pero le había enseñado varios modelos de mis carpetas y no escogió nada sobrio para su casa nueva. Naomi tenía una pequeñísima particularidad, había comprado la casa para vivir en ella con su pareja; su nombre era Anna.

Me habían invitado a un par de comidas junto a ellas y eran lo más cercano a un amigo que había conocido, por lo que me costaba mucho tener que abandonarlas, pero mi trabajo en su nuevo hogar había terminado y daba por sentado que ahí terminaba todo.

Naomi llegó alrededor de 15 minutos tras de mí, jamás había visto una cara tan sorprendida. Era delgaducha, rubia y bien formada, sus ojos verdes estaban como platos y no disimulaba su asombro ya que tenía la boca semiabierta. Recorrió críticamente pero a saltitos todas y cada una de las habitaciones de aquel lugar, del cual no le permití ver ni medio centímetro antes de tenerlo terminado.

—Eres-una-diosa, Niccollette. ¡Es que te ah quedado precioso!
—Exageras. Y ya te dije que no me digas Niccollette, odio ese nombre.
— ¡Deja atrás esa modestia! Estoy segura de que sabes tanto como yo que eres un genio para esto de la decorada.
—Te ah gustado
— ¡Claro que me ah gustado! No queda un atisbo de esas horribles paredes blancas y sin chiste que te deje hace seis meses.
—Pues ese es mi trabajo, querida. —Se hizo un corto silencio— ¿Cuándo se mudan tú y Anna?
—Tal vez mañana mismo, en cuanto me has dicho que estaba listo fui a lo de Anna y le eh ayudado a hacer maletas.
—Ya veo. En fin, ya que te ah gustado mi trabajo aquí terminó. Me voy a casa… o tal vez a celebrar.
—No pensaras irte sin tu paga ¿Verdad?

Sacó del bolso negro que tenía bajo el brazo desde que había llegado un sobre blanco sin cerrar. No me molesté en contar porque Naomi se había ganado mi confianza. Solo le sonreí y le deje atrás con su cara de boba mirando nuevamente todas las habitaciones del lugar.

Veinticinco minutos en auto y aparqué fuera de casa, me acerqué a la puerta mientras buscaba mis llaves en el bolso, las encontré sin demasiado esfuerzo y entré. Después de echar llave una vez más me giré y me sentí triste otra vez, como cada vez que llegaba a casa. Hacía tan solo unos años tener una casa era todo lo que yo llamaría ilusión pero ahora… la casa era tan grande, y estaba tan vacía… como yo. No se requería ser un genio para darse cuenta de que necesitaba con urgencia una vida.

Me acerqué chaise y me desplome sobre de el. Todo era tan silencioso… traté de concentrarme en otra cosa, como en cual de todas las ofertas aceptaría de ahí en más, tenia que encontrar un nuevo proyecto ahora que había terminado con el último. Recordé la cara de boba que había puesto Naomi de solo tener un pie dentro de la casa.

—Eso merece celebrarse….

Solo me tomó un respiro ponerme en pie de nuevo, tomar el bolso y salir. Salir hacía el único lugar donde celebrara o maldecía los sucesos de mi vida. El bar L'Idée Halle; un bar francés que frecuentaba desde dios sabrá cuando y que no estaba lo que yo llamaría lejos de casa. Iba a pie para no tener un accidente ya que siempre me alcoholizaba hasta casi perder la conciencia.

Entré en el lugar inundado de luces rojas, el humo que le daba el toque misterioso al lugar me llenaba los pulmones, y yo me acerque a mi lugar preferido para celebrar. El bar tenía una sección de pequeños sillones y mesas de centro a color piel con detalles de olivo, una exquisitez, vamos. Me senté en uno de los pocos que quedaban libres y casi de inmediato Case, el mesero, se me acercó.

— ¿Qué celebramos hoy?
—Eh terminado de decorar una nueva casa
— ¡Qué bueno! Me alegra saber que vuelves a las andadas
—Calla, Case… ahora tengo que encontrar un proyecto nuevo.
—Si, si… ¿Qué vas a pedir?
—Lo de siempre
—Vodka en las rocas, ¿No? Enseguida lo traigo

Menos de 5 minutos y ya tenía la copa entre los dedos, y la botella en su balde sobre la mesa. 9 o 10 copas después y festejar comenzaba a perder sentido como siempre que lo hacía.

— ¿Puedo sentarme?
—Si no estuviera aquí no tendrías que pedirme permiso — Levanté la mirada y escruté en silencio al joven que estaba de pie frente a mí, tenía el corto y desprolijo cabello como el azabache, y era un tanto alto. —Es mi manera de decir que puedes hacerlo
—Gracias. —Se sentó— ¿Cómo te llamas?
—Niccollette. Tengo nombre de cabaretera, no necesitas decírmelo. Llámame Nicole. ¿Tú tienes un nombre? —El joven hecho a reír tras mi comentario
—Joshua
—Valla, es lindo. … ¿Qué hace un lugar como tú en un chico como este?
—Quizá sea yo quien debería preguntar eso… bueno, más o menos.
—Lo siento, creo que no debo tomar más vodka por hoy… ¿Quieres un poco?
—Seguro —Robó de una mesa de junto una vaso limpio y se sirvió un poco, después yo también llené el mío
— ¿Por qué estabas tan sola? ¿Te plantaron?
— ¡Qué va! Hace milenios que no tengo una cita.
—Oh, valla….
—Se suponía que festejaba que eh terminado de decorar una casa. Soy decoradora de interiores
— ¿Y festejabas sola?
—No tengo con quién… —Mi semblante se tornó melancólico y Joshua no agregó nada, como esperando oír la historia. Y aunque me resistí las palabras rogaban por salir de mi boca. —Hace… 21 años, tuve un hijo, una hija si mi instinto no me falla. Jamás me casé y el que yo hubiera quedado embarazada fue la peor de las deshonras para mi padre, así que me encerró en mi habitación hasta el día en que parí
— ¿Y qué pasó?
—Murió. De hecho… nació sin vida, una lástima, ni siquiera me dejaron ver su cuerpecito inerte
—Lo siento.
—No tienes porque, no fue tu culpa. Probablemente tú aun no nacías…. Después de aquello no eh vuelto a hacer un amigo…. Lo sé, no tiene sentido.

Sin saber por qué, quizá por no saber que decir después de tremenda historia, Joshua me besó. Y de igual modo, sin entender por qué, correspondí cerrando los ojos y tomándole por la barbilla. Fue un profundo, delicioso y ardiente beso, como premio de consolación. Cuando paramos me miró a los ojos y descubrí que los suyos eran verdes.

Titubeando, solo yo logré articular palabra

— ¿Quieres… quieres ir a un lugar más… privado?

martes, 29 de enero de 2008

Prólogo

-Año 1987-

Tormenta.
Eso había dentro y fuera de aquel lúgubre edificio que decía ser un hospital. Era sin embargo el único hospital de Cardiff, Gales (Reino Unido). Entre sus mohosas paredes se aspiraba a humedad, aunque eso no era algo que me importara del todo; No cuando tenía 8 horas en trabajo de parto, estaba empapada en sudor, y sin ningún tipo de anestésico.

Tenía 22 años, y me había embarazado fuera del matrimonio, es decir que no era casada. Cuando mi padre se enteró enfureció, rompió cuanta cosa se hubo a su paso, y me encerró por 8 meses en un cuarto oscuro al que llamaba habitación. Sin embargo, esa misma tarde había comenzado con el trabajo de parto, y me trasladaron de inmediato al hospital. Papá amenazo con quitarme a mi hijo, y el doctor anunciaba lo peor; Lo más probable es que esa noche, uno de los dos, muriera.

Estaba asustada, no quería perder a mi hijo, ni que él o ella me perdiera a mí. Estaba casi segura de que sería una niña, una dulce niña castaña como su padre. No dejaría que mi padre me la quitara, la tomaría entre mis brazos e huiría a Londres. Lo tenía todo fríamente calculado.

Poco a poco las contracciones se hicieron más y más frecuentes, la hora había llegado. Después de tanto esperar por fin tendría a mi hija entre los brazos; Una mujer de aproximadamente 50 años, regordeta, enfermera, me puso una mascarilla sobre la nariz y la boca. Mis parpados comenzaron a pesar, cada vez costaba más mantenerlos arriba, quería ser la primera en ver a mi hijo, por lo que ultimadamente lo único que hice fue no respirar. Todo lo que alcance a oír fue a mi bebé llorar. La imagen se hizo cada vez más borrosa hasta que se volvió completamente negra.

-Hoy-

—Hay basta Niccollette, ya pasaron 21 años, ¿Podrías dejar de pensar en eso por un maldito momento? —Molesta conmigo misma, y con el ceño semi-fruncido, me lleve la copa que tenía entre los dedos a la boca, y bebí hasta el fondo.

Quedé absorta mirando el vaso vacío, tan vacio como mi vida. Era un bicho al que nadie le importaba, no tenía amigos, ni pareja, ni siquiera compañeros de trabajo o un jefe. Si algún día moría, probablemente ni siquiera tendría quien me enterrara. Agité la cabeza tristemente, tratando de alejar aquellos pensamientos de mi mente. Tenía más de lo que muchas personas tenían y esa era la escusa para alejar mi desdicha. Sin embargo a veces no podía alejarla. Me sentaba en ese bar, noche tras noche, bebiendo hasta quedar lo suficientemente borracha para casi olvidar donde vivía, mirando mi vida pasar frente a mis ojos, pero yo no hacía nada, solo me sentaba, y pedía una copa más de tequila. Si estaba de humor, quizá pidiera champagne, o un poco de vodka para variar. Ese día el bar tender estaba a punto de volver a llenar mi vaso, nos conocíamos, pero no sabíamos nada de nosotros, sin embargo esa noche dije que no. Le devolví el vaso y volví a casa, tenía tantas cosas en que pensar que no me quedaban ganas ni para embriagarme. Solo quería volver a casa, y pensar.

 
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