jueves, 15 de mayo de 2008

Capítulo 4

4

Que dios lo perdonase. No podría soportarlo un segundo más, movido por sus impulsos, Joshua Collins salió de casa en su lujoso y casi nuevo Ferrari; Tenía que huir, salir de ahí a toda prisa, pese a que no tenía idea de a donde se dirigía ¿Al bar donde se hundía en alcohol cada vez que el fantasma de la culpa lo consumía? Tal vez.

De hecho, eso era justamente lo que haría.

Dammit

Pisó el acelerador a fondo, de modo que no tardó más que un cuarto de hora en llegar al L'Idée Halle; aparcó media cuadra después y se sumergió en el humo y la aurora rojiza que se respiraban en ese lugar. Parecía tan melancólico como provocador, según lo mirara cada quien, para él en ese momento no era más que una oportunidad más de maldecir, porque lo traía en las entrañas más que por que el ambiente del lugar le molestara; De hecho, no resultaba molesto, si no tranquilizante. Se dirigió hacia la barra, o eso intentaba.
— ¿Josh?
Se dio la vuelta y miró hacia abajo, hacia los cómodos sillones característicos del bar. Para su sorpresa, Niccollette se encontraba allí, con una copa de vodka entre los delgados dedos y una botella a medio empezar junto a ella. Joshua estaba iracundo y profundamente deprimido —al mismo tiempo— tal fue que su primer impulso le dictó darse la vuelta y dirigirse a otro lugar, en ese preciso momento no era buena compañía: ni para ella ni para nadie. Pero, comprendió de pronto, que no quería estar solo. No podría soportar un día más estando solo.

Desobedeciendo a su instinto, bajó por la barandilla hasta donde se encontraba Niccollette y tomó asiento a su lado dando por sentado que estaba invitado a hacerlo. Nicole lo miró a los ojos y adivinó su estado de ánimo por lo que esperó a que él dijera algo, o quizá fue Josh quien no esperó a que ella hablara, ya que tras un silencio que rozó lo incómodo, hizo ademán de explicar algo, pero de repente no supo cómo. Ella esperó paciente a que él le dijera algo; Josh ya había notado que ella era de naturaleza extraña, era de ese tipo de personas que prefería dar a recibir, o quizá estaba demasiado acostumbrada a hacerlo y ¡Que oportuno que así fuera! Ya que a pesar de tratar de evitarlo un instante, estaba a punto de usarla de oyente, de ponerla al frente del abismo en el que se encontraba en esos momentos, ese donde la culpa, el remordimiento y el pasado eran crueles y dolorosos. Aunque quizá no tanto como el presente. Peor aun cuando se había prometido mantener a Niccollette al margen de su vida.
—Mi padre murió por mi culpa —Comenzó con brusquedad. Niccollette le miraba con una expresión interrogante a pesar de aún no pronunciar palabra. Se sirvió un poco de vodka y le dio un trago antes de continuar—. Yo deseé que así fuera —Hizo una pausa—. La noche que murió discutimos, mi sueño siempre había sido ayudar a atrapar delincuentes en esta ofuscada ciudad y papá lo sabía, sin embargo truncó todos esos sueños al dejarme a mí a cargo de la empresa.
El calor le parecía sofocante, aunque no estaba seguro de si era la estancia, o la furia resurgiendo desde lo más hondo de sus entrañas
— Cuando me lo dijo exploté… Ya pasaba todas mis tardes en la comisaría local después del colegio, me gustaba observar a esos grandes hombres hacer el trabajo que me correspondería a mí más tarde, pero ese día me dijo con toda la frialdad del mundo (como si no estuviera destruyendo todo mi futuro) que debía dejar de perder mi tiempo con «ilusiones de niño estúpido» y encargarme de lo que realmente tenía importancia, de esa empresa estúpida de la que no sabía absolutamente nada y —Apretó los puños antes de continuar—. Me sacó del colegio y me internó de oyente en uno nuevo, para el que aun no tenía edad suficiente para alcanzar una inscripción. Todos los días de un año escuche a profesores hablarme sobre Teoría de la sociedad, historia económica y cálculo hasta que por fin cumplí 19. Mi padre pagó la colegiatura completa desde mi primer día hasta la noche en que me graduara, un año después de eso murió. —Tuvo que cerrar los ojos para evitar que las lágrimas escaparan de ellos, jamás se permitía llorar por su padre. Nunca—. Pero me harté, me dije que no tenía por qué estar ahí ya que mi padre estaba muerto, así que fui a dirección, pedí mi baja. En el último año, algo así como a 3 meses de graduarme y volví a casa como sin nada. Después de eso me dediqué a gastarme toda “mi herencia”, al menos, hasta que madre me dijo algo que yo debí saber con antelación, lo que me estaba gastando no era solo mi herencia, era toda la fortuna Collins. Sí, yo soy el —ahora— dueño de esos estúpidos laboratorios clínicos que llevan mi apellido.

Los laboratorios Collins se habían convertido, durante los últimos cuarenta años, en uno de los más distinguidos centros clínicos, farmacológicos y distribuidores de toda Inglaterra. Con además, cuatro sub-empresas casi independientes que generaban considerables ganancias a nivel nacional

—Vine aquí porque no podía soportar más, hoy hubiera sido su cumpleaños y Jeremy tubo la nada brillante idea de hacer una especie de misa en su nombre. Me siento tan culpable, mi familia también me culpa por lo que pasó. Aún cuando no lo admitan, no fui más que un dolor de cabeza para mi padre durante todos esos años, su corazón no resistió más y una buena mañana, una o dos noches antes de año nuevo: se detuvo. Ni siquiera llegó a conocer a su tercer hijo, quien nació cerca de un mes después. Aunque nadie sabe que esa noche habíamos discutido, de hecho yo ni siquiera estaba en casa cuando sucedió. Mierda —Masculló— Además la noche que me lo digiera todo le dije «Ojalá te mueras por esto» antes de azotar la puerta y largarme de ahí para venir aquí. Ahora… válgame dios, estoy emocionado. De tres hijos, dos de ellos de prácticamente la misma edad, me eligió a mí, nada menos que eso.

—Así que eso es lo que hace «un lugar como tú en un chico como este»

Niccollette le había mirado frustrarse sin pronunciar palabra, sin hacer preguntas, prestando su oído y su entera atención a él, y bebiendo de su copa en sus pequeñas pausas. A pesar de que él lo evito, ella pudo darse cuenta del dolor que albergaba debajo de esa máscara de chico divertido y libertino. —Josh — Intervino, cuando se hubo el momento—, no tienes por qué ser culpable, ese tipo de cosas, aunque suene tonto, pasan. Tú no hacías más que defender tu derecho a elegir tu profesión por ti mismo, tus sueños. Tu padre no murió por que tú le digieras que lo hiciera, murió por que había cumplido lo que el destino le deparaba. Te crió a ti, a Jeremy y engendró a su tercer hijo.

— ¿Cómo pudo ser todo lo que le deparaba el destino? ¿Cómo pudo no estar ahí cuando mi madre estuvo al borde de la muerte en el tercer parto? ¿Cómo pudo ser todo sin conocer el rostro, el nombre, el timbre de voz de su último hijo? –Gritó—. ¿Cómo puede ser todo? … ¿Por qué me dejó a mí a cargo, Niccollette?
—Lo vio desde donde se encontrase. Y él les mandó sus fuerzas para seguir sin él
—No puede nadie estar seguro
—Pero yo lo estoy, casi. Algunas cosas no tienen explicaciones visibles, Josh, pero debes entender sus explicaciones tácitas, hiciste lo que tenías que hacer, No es verdadero solo aquello que se ve ¿Quién dijo eso, lo sabes?
—Martínez Fumey, creo.
— Si. En este momento no tengo frase más apropiada que la suya. Tomaste tus decisiones antes que tu padre, y el debió entenderlo. Pero él seguramente trataba de demostrarte su confianza. El destino decidió que había dejado todo arreglado, y que tenía que irse. Eso es todo, en ningún lado se te menciona como culpable, ¿lo ves?
Él apoyo los codos sobre la mesa y recargó la frente sobre sus puños cerrados, mirando fijamente la mesa, como si nada fuera más importante que aquello. Trató de confortarse con las palabras de Niccollette, tratando no en vano de que mitigaran la culpa y el dolor.
Niccollette le rodeó el hombro con uno de sus brazos dejando la copa de lado por primera vez en toda la velada. Josh, a su vez, le rodeo la cintura con un brazo estrechándola contra su cuerpo y aunque la lastimó sin notarlo, Nicole no dijo nada, sabía que él, de algún modo, la necesitaba. Y lo confirmó cuando bruscamente la hundió en un beso apasionado, como respuesta que no conocía más para agradecer la leve mitigación de la culpa en su corazón. Un beso urgente y brusco, que parecía querer romperle los labios contra los dientes. Lleno de necesidad y vacío de otro sentimiento.

Joshua despertó por la mañana con una terrible resaca que le escocía la cabeza con la simple luz entrando por sus pupilas. De momento, no entendió donde estaba, ni siquiera recordaba que había estado haciendo la noche anterior para contraer terrible resaca. Un par de minutos más tarde recordó la velada con Niccollette, y los brindis hasta la borrachera que le siguieron. Recordó haber tomado un taxi hasta la casa de Niccollette y después pedirle que lo llevara a un hotel cercano. Había preferido dejar su auto aparcado cerca del bar toda la noche a tener que volver a casa, aún cuando las palabras de Nicole le habían hecho bien, y la sesión de besos que resultaron después tampoco eran algo para desagradecer, no podía volver a casa y sentir esas miradas gélidas sobre de él de nueva cuenta mientras todos contaban maravillas de su padre entre risas tristes y llantos desesperados. Era mejor así.

¿Qué día era?

 

Continuará

3 comentarios:

Ana Graxy dijo...

Para nada que me he perdido un capitulo de esta novela!!!

Akira Hokusai dijo...

wow , siempre me dejas con la intriga ^^,cada capitulo esta mejor enserio , :) saludos y cuidate mucho amiga

marta dijo...

vaya, me he engachadooo jaja
sigue escribiendo por favor :)

 
Elegant de BlogMundi